Madre tigre, hijos leones by Amy Chua

Madre tigre, hijos leones by Amy Chua

autor:Amy Chua [Amy Chua]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788499980645
editor: TEMAS DE HOY
publicado: 2011-09-19T00:00:00+00:00


19

Cómo alcanzar el Carnegie Hall

Sophia y su capataz (bajo la mirada de mi padre)

El alma se me cayó a los pies. El aspecto de la partitura era de una austeridad decepcionante, unas pocas notas picadas aquí y allá sin excesiva densidad ni extensión vertical, y la pieza era tan corta: seis tristes páginas fotocopiadas.

Sophia y yo nos encontrábamos en el estudio de piano que el profesor Wei-Yi Yang tenía en la Yale School of Music. Era una amplia estancia rectangular, con dos pianos negros Steinway de media cola dispuestos el uno al lado del otro: uno para el profesor, otro para el alumno. Yo miraba «La joven Julieta», del ballet Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev, que Wei-Yi acababa de proponer para que tocase Sophia en un concurso internacional de piano que se iba a celebrar.

El día que Wei-Yi y yo nos conocimos, me explicó que jamás había tenido una alumna tan joven como Sophia, quien por entonces acababa de cumplir catorce años. Él solo daba clases de piano a licenciados de Yale y a algún que otro alumno de Yale que, si bien no se había graduado todavía, poseía un talento excepcional. No obstante, después de haber oído tocar a Sophia, estaba dispuesto a aceptarla como alumna con una única condición: que no esperase recibir trato especial alguno debido a su edad. Yo le aseguré que eso no sería un problema.

Me encanta poder contar con Sophia. Posee una fortaleza interior sin fondo. Incluso en mayor medida que yo, es capaz de soportarlo todo: exclusión, crítica feroz, fe, humillación y soledad.

Y así empezó el bautismo de fuego de Sophia. Al igual que la señora Vamos, las expectativas de Wei-Yi eran de otra galaxia comparadas con lo que se nos había exigido hasta el momento. El montón de partituras que le entregó a Sophia en su primer día de clase —seis invenciones de Bach, un libro de estudios de Moszkowski, una sonata de Beethoven, una tocata de Khachaturian y la Rapsodia en sol menor de Brahms— me impresionó hasta a mí. Sophia tenía que ponerse al día, explicó él; su base técnica no era la adecuada, y tenía algunas lagunas en su repertorio. Pero lo que más me asustó fue cuando le dijo a Sophia: «Y no me hagas perder el tiempo con notas equivocadas. En tu nivel, no hay excusas. Tienes que acertar todas las notas para que así podamos centrarnos en otras cosas durante la clase».

Pero dos meses después, cuando Wei-Yi Yang propuso las piezas de la suite Romeo y Julieta, mi reacción fue la opuesta. La partitura de Prokofiev no parecía ni mucho menos difícil; no me pareció para ganar un concurso. Además, ¿por qué Prokofiev? Lo único que yo conocía de Prokofiev era Pedro y el lobo. ¿Por qué no algo bien difícil como Rachmaninov?

—Oh, esta pieza, ya veo —dije en voz alta—. La antigua profesora de piano de Sophia pensaba que era demasiado fácil para ella —lo cual no era del todo verdad.



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